En el Renacimiento apareció el concepto de la segunda residencia, en el sentido que aún tiene en la actualidad. Las villas eran los palacetes o las casas de campo donde los nobles y señores se retiraban a descansar.
Por lo general, las villas representaban lo mejor de dos mundos, el del agricultor y el del caballero. Esta unión era nueva en la arquitectura renacentista y suponía establecer un nuevo tipo de relación entre el campo y la ciudad.
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