Con la aparición en el siglo XI de una nueva clase social, la burguesía, la vivienda sufrió una importante modificación. La burguesía estaba formada por gentes de oficio, artesanos y comerciantes, que potenciaron con su trabajo el crecimiento de las ciudades y las transformaron en núcleos de actividad, riqueza y trabajo, además de ser lugares de residencia.
La aportación de la burguesía a la transformación de la vivienda consistió principalmente en la utilización de la misma como lugar de trabajo.
En la planta baja se solía ubicar la tienda (o taller en caso de tratarse de un artesano), donde se ejercía el oficio al mismo tiempo que se atenía a la clientela; en el primer piso había por lo general una sola estancia, donde se desarrollaban las diferentes actividades cotidianas.
En la casa vivían el burgués y su familia, los aprendices del oficio y la servidumbre; todos ellos compartían la vivienda. En este caso, es bastante evidente la falta de intimidad.
Otro aspecto destacable es el mobiliario. En el interior de esta sala había pocos muebles, distribuidos según las necesidades del momento; así, según fuera de día o de noche, el espacio se transformaba de una manera o de otra. El mobiliario solía ser móvil o desmontable, característica que ha pervivido hasta nuestros días en algunas piezas como sillones, camas, mesas, sillas, etc..
Utilizar los espacios para distintas funciones implica colocar distintos tipos de mobiliario, y el hecho de tener que moverlo supone diseñarlo mejor, hacerlo más práctico y dúctil.
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